La pasada semana tuve el privilegio de acompañar a un grupo de vecinos de la Isleta en el Congreso de los Diputados, para asistir a la presentación de una proposición no de ley por parte de los diputados de Coalición Canaria para la recuperación como centro cultural del antiguo edificio de la OTP en el barrio de la Isleta. Y aunque la proposición fue rechazada con los votos de los diputados socialistas, y a pesar de la lógica desilusión de los vecinos isleteros, saque de esas más de cinco horas en el Congreso de los diputados varias lecciones, aplicando el dicho que dice “aprende de la victorias pero sobre todo aprende de las derrotas”.
La primera gran lección que saqué es que Canarias necesita ahora más que nunca un grupo propio en el Congreso de los Diputados. Me entristecía ver como los grupos vascos y catalanes presentaban y sacaban adelante propuestas algunas interesante y otras no tantas, todas ellas en beneficio de sus territorios, y ver como la capacidad de los diputados canarios (de obediencia a canaria) estaba limitada por no tener la fuerza de estar respaldado por grandes grupos parlamentarios. Los canarios no hemos valorado la necesidad y la oportunidad de tener un grupo parlamentario fuerte en Madrid, hemos preferido a otros que ni defienden ni hablan de Canarias en el Congreso (de hecho ni estaba presente), y también hemos preferido la división y el confrontación entre nacionalistas que solo han beneficiado a los grandes partidos españoles.
La segunda gran lección que aprendí es el valor de los parlamentarios canarios, que en una inmensa minoría, presentaron una propuesta buena para Canarias y para Gran Canaria, la lucharon, la negociaron y casi consiguieron los apoyos necesarios para que la proposición pudiera salir (CIU se echo atrás en el último momento por alguna compensación que habrá sacado, supongo yo). Por que al ver las mayorías abrumadoras de los partidos españolistas, el coraje de Perestelo y Oramas es doble. Por cierto, para que se enteren algunos Perestelo es palmero y Anan Oramas es tinerfeña, y eso fue algo grandioso, ver a dos canarios de otra isla defendiendo intereses de Gran Canaria, lo que demuestra que Canarias es posible si nos olvidamos de los insularismos y de los localismos que tanto daño han hecho a nuestra tierra. (Y los diputados gran canarios del PSOE desaparecidos o votando en contra).
La tercera gran lección que aprendí en aquella tarde parlamentaria es la de darme cuenta que los 1000 kilómetros que separan a Canarias de la Península Ibérica afecta a las neuronas de algunas personas. Y me explico, lo que es incomprensible es ver como los diputados socialistas en Madrid votan unas cosas en contra a las reclamaciones de los canarios y en Canarias votan a favor de esas reclamaciones. La falta de coherencia del Partido Socialista es total y absoluta, lo que mantienen en Canarias en Madrid no lo defiende. Yo supongo que será cuestión del viaje en avión que les afecta duramente al cerebro, aunque también puede ser el miedo escénico que tienen los diputados socialistas en defender en Madrid los verdaderos intereses de Canarias en contra de la opinión de sus jefes de fila en el Estado, supongo que por su cabeza pasara que es mejor enfrentarse a los vecinos de la Isleta que al todo poderoso Ministro del Interior Alfredo Pérez Rubalcaba. Lo que desconocen los diputados sociales en Madrid es que los vecinos de Canarias tienen memoria y espero que no olviden a los que se olvidan de quienes los colocaron en Madrid para defender a Canarias.
Y la cuarta gran lección que aprendí, y esta la hice como ciudadano de la calle, es que a lo mejor los diputados (y los políticos en general) se deberían escuchar un poco más, independientemente de donde venga la idea que se está debatiendo. Fue triste ver como a buenas propuestas presentadas en el Congreso se las rechazaba por el mero hecho de ser presentadas por el partido contrario. Cuando llego la hora de la votación, las responsables (y digo las responsables por que eran mujeres) de orientar el voto de los diputado de los grandes grupos parlamentarios levantaba uno o dos dedos, dependiendo del sentido del voto, y los diputados votaban sin saber que estaban votando, como fieles borreguitos en el corral, sin conocer si las propuestas votadas eran buenas para el país o no lo eran. El debate al que asistí parecía y lo era un dialogo de sordos. El país en la situación en la que nos encontramos no se puede permitir un Parlamento que no se escuche y que las posiciones políticas vayan predeterminadas y encasilladas, necesitamos amplitud de mira, olvidar partidismos y escuchar al adversario político que seguramente tienen algo interesante que decir.
